¡¡¡ Bienvenid@s !!!. Espero que disfruten su paso por este blog personal. Lucio, desde Resistencia, La Ciudad de las Esculturas.
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miércoles, enero 04, 2017

Última charla con mi madre

Ese lunes llegué a terapia intensiva, entré y la vi, con los ojos abiertos y la mirada fija en el cielorraso. Supe instantáneamente que algo andaba muy mal.

El día anterior, en las dos cortas visitas que nos permitían, estaba lúcida, despierta, parecía que empezaba el camino de la recuperación y el pronto regreso a casa. Las apariencias engañan, suelen decir. Y así fue.

De nada sirvieron al siguiente día, las charlas de ella con su cuñado -mi tío político, viudo de su hermana menor- y conmigo, ni las sonrisas compartidas, la anécdota alegre de haber tenido un pequeño asadito familiar, la idea de que volvería pronto a su casa, de tenerla de nuevo a mi cargo, por un tiempo más, de los besos de despedida de visita en nuestras frentes. Yo estaba contento, por última vez, sin saberlo.

Esa noche dormí con la tranquilidad de haber tenido un buen domingo. En la jornada siguiente, también con mucha tranquilidad hice mis actividades, antes de la visita de la una de la tarde. Y pasé los momentos mas duros en el último día de su vida, como éstos:

Ella no sabía que hablaba conmigo -eso ya era duro- tal vez pensaba que era algún enfermero de la clínica, y se produjo el siguiente diálogo, mientras yo tomaba su mano:
¿Cómo es tu nombre?
- Lucio
¿Cómo?
- Lucio
¿Luciano?
- No, Lucio
Me vas a hacer llorar, mi hijo se llama así.

Aún a pesar de ser fuerte, o tratar de serlo, se me hizo un nudo en la garganta y no pude evitar que unas lágrimas se deslizaran por mis mejillas. No sé cómo logré seguir la conversación -con monosílabos de mi parte-

Más adelante me confesó:
Estoy contenta
-¿Estás contenta?
Si, muy contenta
-¿Y por qué?
Porque tengo una amiga
-¿Tenés una amiga?
Si
-¿Y cómo se llama?
Dudó. Creo que le repetí la pregunta, y me dijo:
No sé.

Me dejó la intriga, porque no sé a quién o a qué se refería. Entretanto, apareció la doctora, que después de explicarme toda la situación -su cuerpo está agotado- me quitó toda esperanza, con una frase lapidaria: "Quédese cerca del teléfono, por si lo llamamos".

El tiempo de visita terminó.Yo no quería irme. Apenas pude articular alguna despedida. Y se ve que ella tampoco quería despedirse, porque 3 veces que intenté separar mi mano de la suya, me la apretó mas fuerte, para que no la soltara. Después me dijo:
Te voy a pedir un favor
-¿Si?
Que le avises a mi amiga
- Le voy a avisar
Y que le avises a mi hijo
- Lo voy a hacer. Les voy a avisar a los dos.

La besé en la frente -sería la última vez- me fui sin poder hablar, con lágrimas en los ojos.

A las 7 de la tarde, cuando volví con un primo mío, sin saber si estaría viva aún, dormía ya sin reaccionar a la voz o al tacto. Cuando terminó el horario de visita, le pedí a mi primo que me dejara solo con ella por un minuto. Apenas y con lágrimas en los ojos, le dije al oído:

Te quiero mucho y no quiero que te vayas ... pero si tenés que hacerlo, cuidame desde allá.

Ya no pude hablar. Hubiera querido poder decirle mucho más, pero era imposible para mi, seguir hablando. Me retiré.

A media hora de haber empezado el día martes, me llamaron, pidiendo que vaya a la clínica. No pregunté por o para qué, sabía que ya se había ido o se estaba yendo. Cuando arribé la doctora de guardia me confirmó su fallecimiento. Pedí verla y me quedé un rato mirándola y tomándole la mano. Sé que dije algunas cosas que ya no recuerdo. Su cuerpo todavía estaba tibio. Había muerto a las 00:15 de ese martes 13 de diciembre de 2016. Cuando pude, me retiré y empecé los trámites para su sepelio.

Hoy, a tres semanas de su partida, escribo esto, por un lado, como parte de la catarsis de mi duelo personal, pero también por si alguien lo lee, que le sirva de alguna manera. ¿Cómo? No sé, tal vez, apreciando a quien tiene viva todavía o que su dolor sea un poquito mas chiquito, sabiendo que somos muchos a los que nos duele mucho esa ida definitiva de nuestro ser más amado en la vida.

Yo sé que, en el momento que yo pueda recordar de nuevo todo esto, y "solamente" me invada la tristeza, pero ya no me quiebre, habré asimilado mi duelo y mi vida seguirá más libremente su camino, con una carga menos en el alma. Aunque ese lugar que ocupaba en mi corazón, seguirá vacío por muchísimo tiempo, aún cuando su recuerdo siempre esté, hasta que nos encontremos de nuevo. Hasta ese día, mamá. Te amo.


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