El Rey Angustiado

Erase una vez un rey angustiado. La razón de su angustia es que no era él quien gobernaba. Sus deseos nunca eran satisfechos; más bien, le tocaba aceptar lo que sus ministros y súbditos decían o pensaban.

Un día, en medio de su tormento, el rey salió a caminar y se encontró con una luz muy poderosa y esta luz empezó a enseñarle como nuevamente recuperar el mando de su reino.

La primera cosa que la luz le enseñó es que debería sentarse a conversar con uno de sus tres ministros, la Mente. Debería explicar calmada y sin afán sus deseos más profundos. Ella no iría entender al comienzo, pero incluso ella estaba cansada de tanto desorden en el reino. Y así hizo el rey.

La segunda cosa - y todas las cosas tenían que funcionar a la vez, pues el caos era demasiado grande - era hablar con su ministro consejero, el más importante y el más sabio, el Intelecto. No había que hablar mucho, sino que estimularlo, darle nuevas ideas, rejuvenecerlo, para que asumiera su papel dominante.

Por último, tenía que hablar con el Subconciente, el ministro más oscuro y difícil de entender. Con él, había que estimular su lado pacífico y generoso.

Así hizo el rey y les cuento que las cosas han mejorado mucho. Ya es capaz de satisfacer gran parte de sus deseos, aunque a veces la Mente lo engañe o el Intelecto se ponga a dormir de enfermo. Y ¿sabe qué?, creo que tu sabes muy bien quien es este rey.

Mira en el espejo y ¡ya lo verás!