Esperanza

No hemos de confundir la esperanza con el fácil optimismo: la esperanza no niega ni el mal ni el pecado en el mundo y en nosotros mismos.

No nace de la política del avestruz.

Pero el sol no deja de ser el sol porque lo tapen la niebla, las nubes o la noche.

Para creer en el sol tengo bastante con un rayo, con sólo uno. Porque a través de este rayo adivino un mundo de claridad y calor.

Un gran número de nuestros contemporáneos vive en la angustia, en el miedo, en la crítica unilateral, negativa.

Difícilmente levantan la cabeza para mirar las estrellas de la noche. Demasiados se olvidan de levantar la vista.

No es, pues, extraño que la estrella de Navidad no brille con resplandor sobre su cabeza ni en su corazón.

Si aceptáramos ser portadores de esperanza seríamos antorchas en la noche.

Porque si la esperanza, no se confunde con las simples esperanzas o con el optimismo humano, nos da una luminosidad más viva y nos hace entrever horizontes insospechados.

Cardenal Suenens.