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domingo, abril 23, 2006

Día De La Resistencia Indígena

Por Ronny Velásquez
Good Vs Evil
Ninguna consideración se tuvo con el auténtico poblador de este continente. Cifras actuales que analizan los censos elaborados por los mismos conquistadores en la época colonial demuestran que este territorio mal llamado América a partir de 1507, albergaba una población que superaba los 100 millones de habitantes. No obstante, en 150 años de colonización y de conquista, aperas quedaban 3 millones de indígenas.

Desde este punto de vista, ¿cómo no sentirse dolido por un hecho tan inusitado y de tanta trascendencia? Es decir, se perdieron seres humanos, con su cultura y sus lenguajes autóctonos y con sus diversos sistemas religiosos, tecnologías, calendarios, conocimientos del cosmos, sistemas numéricos, medicina, arquitecturas monumentales, escuelas, música, instrumentos musicales, sistemas míticos y literarios, entre tantas otras manifestaciones culturales con los cuales, los seres humanos de este continente, ahora seríamos diferentes.

Pero es necesario reconocer que esta lucha tiene un germen antiguo, los miles de luchadores que defendieron la causa de su propio pueblo, como el mismo Cacique Guaicaipuro que cayó en una batalla desigual, después que habían masacrado a su esposa y a sus pequeñas hijas.
También podríamos mencionar a Nicarao, a Guamá, a Moctezuma, a Atahualpa, a Lempira, todos muertos por los invasores y traicionados y asimismo a los demás millones que cayeron uno a uno con su pueblo porque nunca aceptaron ni la religión, ni la cultura impuesta por el invasor.
Esta historia no es contada por la historia oficial, la historia lamentablemente la han escrito siempre los representantes de los “vencedores” y no los vencidos porque no se les dio nunca la oportunidad de hacerlo o porque al hacerlo, no se les tomó en cuenta porque ellos, según la cultura de la dominación “no están en capacidad de hacerlo”.

Muchísimos textos de la historia están llenos de desconsideraciones sobre los indígenas que sobresalieron de lo común. Arnold Toynbee (1889-1911) por ejemplo, que era un gran historiador inglés y muy influyente en la historia universal, reconocía que sólo existían 4 clases de nacionalidades adecuadas: La inglesa, la alemana, la escandinava y la noruega.
A partir de esta premisa, todas las demás, debían ser discriminadas. Luego, si venimos a América Latina, nos encontramos con historiadores y pensadores que han sido influyentes y que también han despreciado hasta su propia cultura y más aún la cultura indígena.

Mario Vargas Llosa por ejemplo, el escritor peruano, laureado por sus escritos, ha afirmado que “no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas para salvarlos del hambre y de la miseria”.
Los Estados Unidos mandaron a 25.000 indios norteamericanos a pelear en la Segunda Guerra Mundial en 1945, de ellos sólo regresaron 15.000. En 1614, el Arzobispo de Lima, mandó a quemar todas las quenas y los demás instrumentos de música de los antiguos Inkas, con la excusa de que “las danzas, el canto y las ceremonias de los indios tenían influencia del demonio”.

Otro Arzobispo de Buenos Aires auspiciaba y celebraba la matanza de los indios Araucanos del Río Negro en el Sur de Argentina porque se necesitaba exterminarlos a todos para poblar la Pampa de beneficios para los argentinos cristianos. Estas actitudes fueron apoyadas por escritores de la talla de Domingo Faustino Sarmiento que elogiaba la lucha contra los indios y apoyaba la búsqueda de los auspicios para su exterminación.
Hernán Cortés, en una sola tarde mató en Tenochtitlán a más de tres mil indios, entre ellos niños, mujeres y ancianos, encerrados en la ciudad amurallada, a quienes había convocado para llegar a un acuerdo de paz y en su carta al Rey le dice que “Dios le dio tanta victoria que pudo matar a tres mil infieles aztecas”.

Pero es que el problema no es sólo de los españoles, podemos citar otros casos similares al del mismo Vargas Llosa, pues en Bolivia, un historiador prestigioso boliviano, llamado Gabriel René Moreno afirmaba que “los indios eran asnos que sólo generaban mulos cuando se cruzaban con la raza blanca”, por lo tanto, estas uniones no debían permitirse. El mismo Ricardo Palma que escribe sobre las Tradiciones Peruanas dice que “los indios pertenecen a una raza abyecta (despreciable) y degenerada y que para que podían servir”.

De esta manera podríamos citar muchísimos ejemplos del desprecio y del exterminio del indio y estos datos son hoy parte de la historia de América que para ser sinceros no es una historia lejana, es también parte de la historia reciente, como ocurrió con la matanza de los Indios Barí en la Sierra de Perijá, Estado Zulia en 1970, o la matanza perpetrada por unos hacendados contra los indígenas Cuiva en La Rubiera, Estado Apure en 1976, o las masacres de indígenas que se han producido en Guatemala, Brasil, entre otras formas de exterminio como en Hawai, por el despojo, en Uruguay porque mandaron a los últimos Charrúa a un zoológico de Paris, o en Chile las matanzas fueron fuertes por conquistar el Sur, o en Panamá, por inundar las tierras para hacer una represa, entre tantos otros ejemplos que podríamos mencionar con precisión y exactitud.

La colonización y lamentablemente, los descendientes de los colonizadores nunca han entendido al indio, pero el problema no es sólo el conflicto étnico, el problema es económico, religioso, y el temor y el horror que causa el hecho de que el indio tenga la posibilidad de recuperar el sentido y el norte que ha perdido, esto incluye su religiosidad, sus chamanes, sus lenguas, su cultura en general, pero no sólo eso, sino también, sus raíces dolorosas y el reclamo de sus territorios y de sus riquezas arrebatadas. Ya hay indígenas que están sacando cuentas de lo que se ha perdido a través de la colonización y del llamado “descubrimiento”.

El Cacique Guaicaipuro Cuautemoc, cacique actual de esta América indómita y de resistencia afirma con cifras exactas que entre 1503 y 1660, es decir, en 157 años, salieron de estos territorios con destino a Sanlúcar de Barrameda, puerto de España, en Cádiz, la cantidad de 185,000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata.
En sus análisis, él no considera que pueda ser un robo, porque al ser cristianos, los españoles, como afirmaban, estarían faltando entonces al 7º mandamiento de la Ley de Dios. Y propone con sobrada razón que se le exija ahora a Europa la devolución de estos metales preciosos con sólo un mínimo de interés del 10 % acumulado por sólo 300 años, es decir, dándoles 200 años de gracia y afirma que esta sí es una deuda histórica.

A esto le agregamos nosotros, el hecho inusitado que por supuesto, nunca podrán pagar, como es la sangre de los 97 millones de indígenas, o de seres humanos que mataron a lo largo de este continente, en sólo 150 años, es decir, en el mismo período que sacaron tanta riqueza de estos espacios que le corresponden por derecho propio a los indios americanos, sin contar por supuesto, con el sistema de esclavitud impuesto a los negros africanos a quienes no se les consideraba seres humanos y que, en un período de 355 años de esclavitud, (1518-1873) se importaron a estas tierras, 10 millones de negros africanos que vinieron en forma legal, amén de los que se traían por contrabando y negociaciones fraudulentas, para vivir en las condiciones más infrahumanas. Así que, tanto “indios” como “negros”. Siempre fueron vistos con desprecio por los colonizadores.

Existen infinidad de textos que se expresan con el menosprecio más absoluto sobre ellos. En el libro de Antonello Gerbi por ejemplo, La disputa del Nuevo Mundo, destaca en la página 132: “Estos salvajes no sólo son degenerados, (es que) tampoco son hombres caídos, (del cielo) al igual que los calmucos (mongoles) y los negros, ellos no descienden de Adán y Eva, no sufren las consecuencias del pecado original y por lo tanto, no han sido redimidos por Cristo. (Gerbi, FCE, 1982, 132), Y así, podríamos citar cientos de otros textos similares.

El hecho de tomar en cuenta este largo reclamo, y que se instituya entonces, el Día de la Resistencia Indígena, es justicia. El mismo Simón Bolívar ya se planteaba el deseo de resolver los problemas que afrontaba el indígena y así lo declara en sus escritos: “Nuestros hermanos indígenas se hallan en un estado de abatimiento verdaderamente lamentable. Yo pienso hacerles todo bien posible: primero por el bien de la humanidad y segundo porque tienen derecho a ello”.

Así, se acogió aquella propuesta que ya venía asumiéndose en varios seminarios, encuentros, asambleas, clases, conferencias, etc, pero que toma cuerpo en la ya elaborada propuesta definitiva que se hiciera a parir del Encuentro de pueblos indígenas y Campesinos, llevado a cabo en Caracas entre el 11 y 14 de octubre del año 2003, en el cual se pidió un alto al culto a Cristóbal Colón y a la vez, se le solicitó que se eliminara de una vez y para siempre, el mal llamado “Día de la Raza” que se había impuesto como decreto desde 1921 y que se considerara este hecho histórico como el Día de la Resistencia Indígena Planetaria, tomando en cuenta la defensa de la biodiversidad, la diversidad linguística, el diálogo intercultural y el respeto por la dignidad humana de todos los seres del mundo excluidos, tanto en América como en África, Oceanía y el Norte de Europa.
Esta realidad está presente en toda la América indígena a través de más de 500 años. No olvidemos que armas de la conquista también fueron los caballos, las cuerdas, la religión, la trampa, el engaño, la traición, las enfermedades como la viruela, el sarampión, la lepra, enfermedades venéreas, etc.
Pero hay otra arma que es quizás una de las más potentes, que es el lenguaje, el idioma de Cervantes que se ha impuesto. Esta arma tiene la virtud de convencer aún a muchos de los mismos conciudadadanos de estas mismas tierras para que influyan negativamente en la manera de ser y de pensar de los entes de poder y así, se impone un LOGOS que normalmente, es perjudicial para los pueblos indígenas y para una gran cantidad de excluidos que al verse tan desprotegidos y al percibirse de vivir en una situación tan paupérrima, miserable y de inequidad, sólo han entendido que esa es la voluntad de Dios y tal entendimiento los vuelve pacíficos y aceptan con humildad una actitud de dominados por el destino sin acceder a pensar en sus potencialidades o en analizar que no se les ha dado oportunidades para demostrar sus posibilidades.
Hoy día, ya se esfumaron los sistemas colonialistas de explotación, pero surgen otros más poderosos: los mecanismos del mercado en sus aspectos neoliberales bajo las orientaciones descaracterizantes del capitalismo desbordado que se acompaña de la tecnología arrasante de la globalización que abre la enorme brecha entre los países que dominan la tecnología y los que seguimos poniendo la materia prima, la fuerza de trabajo y los espacios geográficos en los cuales no importa para ellos, la destrucción del medio ambiente, de las fuentes de agua, ni de la naturaleza.

Ni tampoco importa la muerte de los obreros que trabajan y que se exponen por un jornal miserable para darle de comer a su familia. Hay que tener en cuenta que ese fenómeno de la globalización, nos corroe las venas ya que se nos inserta en el uso de las energías más destructivas para el ser humano, como la energía nuclear, la energía celular, la energía de micro hondas, entre otras, o nos hace depender de todo lo que nos ofrece el mercado mundial.
Todo ello no surge de la convivencia armónica entre pueblos y países del continente, no, ello surge a través de los intereses hegemónicos de las potencias que manejan el mercado mundial y que además, influye en las diversas economías regionales y aún globales para imponer su dominio y extraer los máximos rendimientos en ese movimiento del gran capital transnacional.

Favorablemente hoy día, los pueblos oprimidos del mundo han dicho NO, ya basta, y este Milenio será por tanto el Siglo de las reivindicaciones de los pueblos indígenas y de los excluidos, quienes exigirán el respeto y la valoración de su cultura y de sus sistemas de vida, aunque haya que tumbar por el suelo todas las imágenes simbólicas de la dominación.
Fuente: ENcontrArte.

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