Despedida Y Madurez
Remansos ... Para Seguir Andando
"Crecer es doloroso, como lo fue tu nacimiento. Por eso ¡cuántas personas se detienen y no quieren crecer, porque les cuesta despedirse!
Duele dejar de ser el niño protegido, para entrar en las aguas turbulentas de la adolescencia, para asumir la juventud con exigencias y responsabilidades.
Duele aceptar la madurez adulta, renunciando a la "juventud eterna". Duele envejecer sintiendo que se acerca el momento de la última despedida ¡para celebrar festivamente el encuentro final!
La pérdida que no cerraste con una buena despedida es como una herida abierta, que sangra cada vez que la golpea una nueva pérdida. Deja un hueco de ausencia, que buscarás llenar sin darte cuenta, y que te hará llorar con desmesura toda nueva despedida.
Los consultorios psicológicos son salas de auxilio y talleres de reparación, puestos a la vera del camino, para que sean socorridos los que no pueden continuar su marcha por el peso de las despedidas inconclusas.
La libertad y la valentía que no tienes para despedirte de todo lo dejado y lo perdido, son la libertad y la fuerza que te faltan para seguir andando.
Despídete de los padres que ya no necesitas, y cuida de ti mismo haciéndote responsable de tu vida.
Despídete: de los hijos que ya no te necesitan, y déjalos ser libres.
Despídete: de lo bueno que viviste, sin apegarte al tiempo que pasó, por temor del presente y del futuro.
Despídete de lo malo que sufriste, sin atarte a tu ayer reclamando lo que no es posible.
Despídete: del mal que cometiste, sin atacarte con culpas y reproches; perdonándote a ti mismo.
Despídete de las ofensas que te hirieron, sin esclavizarte en la prisión del rencor y la amargura...".
René Trossero.
Despedirse, todo un compromiso, toda una tarea, todo un aprendizaje. Aprender a decir adiós es, también, aprender a prepararse para lo que viene. José Ceschi.
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